Poema para la Plaza

La maestra me mandó pintar una hoja.
En la plaza de Tirso de Molina
silueté la hoja de un falso plátano.
A la maestra le gustó.
La maestra me mandó pintar una piedra.
En la plaza de Tirso de Molina
trasplanté las vetas grises de una pequeña piedra
al papel.
A la maestra le gustó.
La maestra me mandó pintar un pobre.
En la plaza de Tirso de Molina
no encontré pobres. Solo hombres y mujeres.
No dibujé nada.
A la maestra no le gustó.
El tiempo disminuido, el espacio achicado
hoy paso por la plaza de Tirso de Molina
veo hombres y mujeres que alargan las manos
transidos de conciencia y no acarician la estatua.
De las puntas de los dedos
salen espigas de pan, tubérculos de tierra, aguas de sed.
Alargan las manos
a otros hombres y mujeres.
Porque en la plaza de Tirso de Molina
hay hombres y mujeres.
Y no pobres.
Le guste o no.

Susana Montemayor

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